Texto de Samuel Gallet.
Traducción de Francia Castañeda.
Habitación del hotel de quinta.
El agua sigue corriendo en el baño.
El viejo en su silla de ruedas.
Momento largo.
Da un golpe en la pared.
Espera.
Nada.
Da un golpe, de nuevo.
Espera.
Saca de su bolsillo una libreta, la revisa, golpea en función de aquello que lee.
Espera.
Nada.
Busca la pequeña radio. La prende.
Estática.
Se escucha la voz del Niño.
RADIO.- Somos los niños –nuestros padres no tienen ya nada qué decirnos–, comunicado número 7 desde la muerte de Lakdar. Patrullas, hagamos un balance de la semana que acaba de pasar. Explotamos cuarenta de sus llantas, rompimos setenta de sus parabrisas, pusimos azúcar en quince de sus tanques, escribimos 92 marranadas para ustedes sobre los muros del periférico. Ayer por la mañana, el amoroso número 16 logró colocar tres kilos de mierda frente a su ayuntamiento y un representante de su servidumbre perdió diez minutos en quitarla de sus zapatos. La caca en los pies es mejor que la caca en la boca pero esa es una evidencia que se les escapa. Por eso envenenamos treinta de sus cafeteras con orina fresca. La victoria principal es para el amoroso número 34 -¡Larga vida a ti!- quien ha logrado, después de una semana de trabajo, adiestrar a uno de sus perros entrenados para quedárselo. Mensaje para su amo: Tu bestia está bien, chacal. Le estamos enseñando a vivir de otro modo, lo dejamos en paz, no lo utilizamos como un arma. Patrullas, háganse a un lado, están atrapados, les hemos robado la noche sacando el cable rojo de treinta y cinco cajas eléctricas. La ciudad es nuestra para siempre. Todo nos pertenece. Fin del comunicado número 7.
El viejo apaga la radio.
Golpes violentos contra la puerta de la habitación que se abre brutalmente.
Luces barren el espacio y se quedan inmóviles sobre el rostro del anciano.
EL VIEJO.-¿Ahora sí estoy muerto? ¿Sí o no?
La puerta se vuelve a cerrar.
El viejo se queda solo.
El agua comienza a caer en la habitación.
Próximamente en Los Textos de La Capilla.
