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TEATROCRACIA. Teatro y democracia 2/2

Actualizado: 5 jul 2020

Por Arnaud Charpentier.



« En política, siempre se crea un escenario, la política tiene más o menos la constitución de un teatro. Eso quiere decir que en política siempre se necesita constituir pequeños mundos sobre los cuales se forman sujetos y formas de subjetivación, que van a escenificar un conflicto, un litigio, una oposición entre dos mundos. A mi parecer, la política es la constitución de una esfera teatral y artificial.»

Jacques Rancière


De la importancia del teatro en nuestra democracia, y viceversa.

Se dice que el modelo ateniense ha inspirado nuestras democracias modernas. Extrañamente, algunos conceptos fundamentales de esta época democrática en la antigua Grecia han sido totalmente olvidados de nuestro vocabulario. He aquí tres conceptos que pudieran ser muy útiles a nuestra salud política:

En primer lugar, la Isegoria, término que significa a la vez: libertad de expresión y derecho a la palabra para todos (derecho directo y no a través de representantes). Después, la Parresia: la obligación moral de cada ciudadano de expresar su pensamiento profundo. Otro concepto, la Paideia, la educación democrática, que tenía como finalidad formar adultos responsables. La democracia era algo que se reafirmaba a cada instante, algo que hacía debate, que se tenía que redefinir constantemente y que provocaba emulación en la sociedad. ¿Cuáles eran los principales espacios geográficos en dónde se ejercía la democracia en Atenas? Primero, la Asamblea del pueblo, en dónde los ciudadanos atenienses votaban de forma directa las leyes de su ciudad. Otro lugar muy significativo: el Ágora, el lugar institucionalizado para los debates públicos. Y por fin, el Teatro, en dónde la comunidad se representaba a sí misma. En la Atenas antigua, durante dos siglos, el teatro fue un pilar de la democracia. No estaba considerado únicamente como expresión artística, sino como herramienta política al servicio de lo colectivo. El teatro, dicen los griegos, es el conjunto de todo lo que nos podemos decir, presentar y transmitir directamente los unos a otros. El teatro enseña a los hombres a vivir juntos, en armonía y amistosamente. Lo definían con un término: La Filia. Hoy en día, ¿Qué es lo que queda de esta práctica ancestral? El teatro, vuelto arte independiente y autónomo, ha sido totalmente despolitizado, incomunicado del campo social. Se ha aislado en recintos cerrados y se ha perfeccionado hasta la forma que todos conocemos. Los escenarios son propiedad exclusiva de los Profesionales del teatro, especialistas en la materia, también llamados “Creadores escénicos.” El sistema actual de política cultural pública los selecciona a través de convocatorias abiertas, con criterios de calidad y ¡excelencia! Los artistas, para ser legitimados, se convierten en verdaderos especialistas de marketing, en hacedores de carpetas, en terribles competidores empresariales. Para ser aceptados por la burocracia cultural, tienen que encajar en las temáticas actuales y someterse a lo políticamente correcto. En esta ley de oferta y demanda, el artista no tiene ningún peso real. Mendiga. Los políticos de la cultura son los que dictan quien tendrá acceso a los recintos teatrales públicos, y quién no; por ende, son ellos quienes definen qué tanto se permitirá decir sobre los escenarios, y que no. En cada proceso de selección, se rechazan muchas expresiones posibles, en nombre de la calidad, en nombre de la excelencia y del buen gusto; los recintos teatrales se reservan el derecho de admisión. Ahora, pregunto: ¿La calidad artística y la pertinencia de los discursos son realmente consecuentes?


Imagen de Olivier Dautais.

Si usted, ciudadano, pretende tener acceso mañana al recinto teatral de su ciudad, para expresar su opinión, ya que está en su derecho de hacerlo, se enfrentará a muchos obstáculos: costos elevados del funcionamiento de la sala, sindicatos de técnicos, programación cerrada, protección civil, etc. Una multitud de pretextos que, según mi opinión, van en una sola dirección: la confiscación del espacio teatral, por el poder político. Unos dirán: ¿Para qué buscar un teatro si hoy todos podemos opinar en internet? Las redes sociales virtuales son consideradas por muchos como las nuevas grandes herramientas de comunicación, porque ayudan a compartir información, pero al fin y al cabo, cada uno está sólo ante su pantalla. Frente a lo virtual, el teatro propone la fuerza insustituible del aquí y ahora, sin duda es la única forma verdadera de reunión que ha inventado la humanidad, la más sana y la más eficaz. Siempre y cuando se ejerza libremente y de manera equitativa. Cuando hay una revolución se dice que el pueblo sube al escenario político. La solución a los malestares de nuestras democracias (y también de nuestro teatro) tal vez será que el pueblo ya no baje nunca del escenario. Que entendamos por fin la importancia del teatro en nuestra democracia, y viceversa.



(Estos artículos se publicaron en la Revista Arteria en 2015.)



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