Por Elizabeth Cortéz Ortiz.
Desde niña siempre he tenido una facilidad para soñar mucho... despierta, o literalmente dormida... por ejemplo, soñaba con un mundo de ideales lleno de cosas bellas y maravillosas. Soñaba y jugaba a cantar, escribía poemas y canciones con ritmo y melodía incluidos; lo que seguía era montar la coreografía para esa creación de la cual me sentía muy orgullosa. A menudo, también jugaba a que yo no era yo, improvisaba algunos monólogos desde mi propia imaginación, me hacía entrevistas, y era al mismo tiempo mi público espectador... La primera vez que me preguntaron qué quería ser cuando fuera grande, respondí sin titubeos que quería ser astronauta, porque desde entonces, he tenido una fascinación especial por las estrellas, los planetas y todo lo que habita en ese universo tan enigmático; podía pasarme horas observando el cielo estampado de estrellas, reflexionando si acaso alguien nos observaba desde arriba, o si los planetas platicaban entre ellos.
Mi imaginación era mi mejor boleto para todas mis aventuras, especialmente cuando quería viajar en mi peculiar nave espacial; bastaba con preparar la escena, buscar un espacio en la casa donde nadie de los demás integrantes circulara, que careciera de iluminación para poder crear la atmósfera perfecta, ah, pero eso sí, con la puerta abierta, pues no fuera a ser que de pronto, aparecieran seres extraños de otro planeta y quisieran llevarme con ellos a la fuerza. Entonces colocaba un palo de escoba sobre el suelo en posición vertical y encima una tablita de madera atravesada en forma horizontal, subía ambos pies y comenzaba a jugar con mi equilibrio para pilotear mi gran nave espacial... Ahora sé que esos juegos, estaban marcando el principio de mi vida artística.
Desde niña siempre he soñado mucho, despierta, o literalmente dormida; a veces sueño cosas que no me gustan, de hecho, cosas que me aterran. Cuando estoy literalmente dormida, recibo mensajes desde algún portal del universo. Mis sueños siempre han sido como profecías para mi vida, a veces lindas y otras no tan lindas; representan avisos o alertas. A veces son tan largos que me despierto muy cansada, como si al cerrar los ojos, al mismo tiempo los estuviera abriendo para despertar en otro mundo; otras veces son muy breves, como fotos o imágenes de relámpago. No importa mi ubicación geográfica, cuando un mensaje tiene que llegar, simplemente llega.
Con los años he aprendido a interpretarlos con mayor agudeza, aunque me produzcan miedo; bueno, a veces también me causan una sonrisa. Sin embargo, lo que no comprendo y me pregunto y me cuestiono es: ¿Qué sentido tiene saber que algo como la muerte va a ocurrir si no se puede hacer nada al respecto? A veces me gustaría, literalmente, no soñar tanto, menos en estos días de pandemia; pues los mensajes en su mayoría no son del todo buenos y se han ido cumpliendo. Por ejemplo; estábamos en los 40,000 mil muertos por COVID-19 cuando ocurrieron las cosas de forma tan rápida. Dos semanas antes, tres imágenes muy fuertes:
30 de junio: Es mediodía, estoy en la casa de mis padres, observo las golondrinas desde el mirador como suelo hacerlo, camino por el pasillo porque veo que otras aves pequeñas comienzan a llegar a nuestro patio, pero no vuelan, caminan por el piso, eso me produce un miedo sospechoso. Escucho un ruido extraño que viene desde cielo, cuando subo la vista, son cuatro aves de un negro de horror, son muy grandes, llegan para despedazar a los pájaros pequeños que caminan en el patio. Es una escena muy fuerte y no puedo hacer nada, me quedo totalmente impotente...
11 de Julio: Estamos en la 23 poniente. Llegan mis tíos Moy y Polo, el muro más cercano a ellos está totalmente de color rojo sangre... se escurre de las paredes para querer cubrirlos...
19 de julio: Ahora estoy en una casa mezclada, tiene habitaciones del Encinar y de la 23 poniente. Han llegado compañeros del coro porque vamos a ensayar nuestro repertorio de ópera, pero de pronto, veo que mi profe comienza a pintar unos bastidores de color negro. Otra vez es un negro de horror porque los bastidores forman el marco de un ataúd, sé que no es una buena señal...
Mi tía Moy falleció el 20 de julio por la madrugada, su mamá el mismo día por la tarde, y al día siguiente, el 21 de julio, murió su hermano. Bien dicen que los muertos no viajan solos.
23 de julio: Otra vez estamos en la 23 poniente. Hay una mesa muy grande, como de fiesta; mi tía Moy es quien nos sirve el arroz porque estamos celebrando su boda, luce muy joven y la casa muy diferente. De pronto entiendo que tenemos que irnos para dejar solos a los novios, es decir, a mis tíos Moy y Polo. Por un instante veo a mi tío que está de espaldas mirando el crucifijo de la pared, serio y solemne...
Cuando abrí los ojos de golpe ese día, era de madrugada, supe que mi tía venía por mi tío... Pero son cosas que no se dicen, porque nadie quiere que pasen. Les conté el sueño a mi familia con la esperanza de que no pasara, para que se esfumara.
La última vez que vi a mis tíos juntos, fue el sábado 4 de enero de este 2020; estaban disfrutando de una deliciosa pierna al horno en un convivio de Rosca de Reyes, mientras yo cantaba para amenizar la reunión. Ese día casi no cruzamos palabras porque no hubo tiempo. Los recuerdo bailando juntos, felices y sonriendo; amándose y acompañándose, como en otras ocasiones, hasta en el día de su último viaje.
La última vez que vi a mi tío, fue cuando mi papá y yo lo acompañamos el 20 de julio en el entierro de mi tía; en esa extraña forma, del hospital directo al panteón, sin podernos acercarnos a más de tres metros de distancia, sin tiempo para despedidas, sin poder permanecer mucho tiempo en La Puerta del Cielo, así se llama el panteón en donde ahora descansan. Teníamos miedo de no poder abrazar a los otros, muy pocos, por cierto. Creo que mi tío decidió irse con ella, porque eligió también un lunes, el 27 de julio por la tarde... Y entonces me quedé sin palabras, sin nada para articular. Ya lo sabía, pero quería creer que no pasaría. Todo fue tan rápido que no se puede pensar en nada, tan rápido que no se acaba de entender. Entonces siento, pienso y creo, que tan solo se fueron de viaje... en una gran nave espacial, a pasear por ese enigmático y maravilloso universo que tanto me gusta desde niña.
Mis tíos me han venido a visitar en la madrugada del 12 de agosto, fecha en la que mi tío cumpliría 64 años, creo que ya van en buen camino, porque mi prima los ha ido guiando; lo sé, porque el 14 de agosto se hicieron presentes de nueva cuenta; creo que ya están en su destino final por ahora.
Quizá algún día lleve a escena estas líneas como testimonio de lo acontecido en esta pandemia, o tan solo para drenar lo que de dolor aún queda... pero por ahora, las dejaré aquí, en letra.
Collage realizado por Elizabeth.
Elizabeth Cortéz Ortíz. Actriz, cantante y docente originaria del estado de Puebla. Como actriz y cantante, ha colaborado en más de 30 puestas en escena pisando escenarios nacionales e internacionales. Ha trabajado también para el Coro Municipal de Puebla, Toma 6 Cortometrajes, la Compañía Estatal de Teatro de Puebla, la Compañía Teatro Sin Paredes, la Compañía de Teatro CECULTAH, Producciones Shake and Falstaff, Zonarte Producciones México entre las más destacadas. Actualmente se encuentra cursando sus estudios de Maestría en Teatro y Artes Escénicas en la Universidad Internacional de La Rioja - UNIR México, en su modalidad en línea.
Eli ha colaborado con la compañía Teatro Entre 2 en la intervención en bicicleta "Tragedia Sobre Ruedas, un espectáculo sin frenos" y en el pasacalles "La orquesta de don Kike y sus Pistachones".
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